El inventor de la Web tiene un plan para devolver el control a la gente
Una charla con Tim Berners-Lee sobre cómo trabaja para recuperar su creación de la captura de unos pocos (y qué puede significar para Latinoamérica).
Llegué caminando 20 minutos antes de la hora programada. Ya había fila. Ese día en Oxford, donde estoy haciendo un fellowship, por fin salió el sol. Entré al salón del evento y fui directo a los primeros asientos para asegurar verlo de cerca. En minutos, no cabía un alfiler. A las 7 de la tarde —en punto— entraron los tres panelistas responsables de nuestro entusiasmo desbordado. El trío está trabajando en la no pequeña tarea de re-descentralizar la Web, o en darle una infraestructura ética.
Fui a ese lugar por curiosidad y para buscar algo de esperanza. Pero por sobre todo, fui para no perderme el privilegio definitivo de, quizá, ser testigo de una hazaña más de uno de los panelistas, Tim Berners-Lee. El inventor de la World Wide Web, profesor británico de Ciencias de la Computación en Oxford y director del Open Data Institute, es hoy un hombre de 69 años cuya mente sigue trabajando a un ritmo mucho más acelerado de lo que su boca puede acompañar.
Tenía 34 años cuando en 1989 intentaba resolver un problema en su trabajo, la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN por sus siglas en inglés). Los científicos necesitaban una forma más sencilla de compartir información sobre los avances de sus investigaciones. Berners-Lee llegó a la solución que cambiaría la forma que navegamos Internet. Pero para mí su verdadera osadía fue el acto de poner su invención a disposición de cualquiera, de forma gratuita. Con eso permitió que tantos podamos construir el mayor medio de información que se conozca.
Parece difícil creer ahora pero hubo un tiempo donde la evolución de la tecnología digital no se medía solamente por su capacidad de generar ganancias, y donde hombres como Berners-Lee, a diferencia de los tecnoligarcas, estaban mucho más ocupados en servir, en colaborar con su entorno y en invitar a otros a participar en el mejoramiento de proyectos como la Web.
En entrevistas cuenta que no se podía imaginar todo lo que ocurriría con su invento, pero no dudaba que traería beneficios. Por si falta ejemplificar, una de las innumerables cosas que la Web permitió fue el nacimiento de miles de medios de comunicación, entre ellos El Surti. Con apenas un dominio, hace casi diez años, pudimos abrirnos camino en un panorama informativo capturado por intereses empresariales. Gracias a la Web, nuestras voces encontraron un canal de expresión poderosísimo.
El profesor Nigel Shadbolt, otro de los panelistas de la charla y un referente en el campo de la inteligencia artificial, recuerda algo que puede ser fácil de olvidar. “La Web se creó para todas las personas, como una infraestructura universal, común y abierta donde comunicar, publicar y acceder a información, diseñada para juntar la información del mundo y la pluralidad de voces de una forma justa y balanceada”.
No hace falta enumerar acá todos los incentivos perversos que, a más de 30 años de su existencia, la están desviando de su idea original. Basta con decir que las acusaciones de manipulación a electores con desinformación en las elecciones 2016 de EEUU y las revelaciones sobre la consultora Cambridge Analytica despertaron en Berners-Lee ganas de hacer algo para recuperar su creación.
Si bien él cree que fenómenos como la vigilancia masiva no son un problema de la Web sino productos de la condición humana, ve la posibilidad de mitigarlos —como hemos hecho incontables veces— con legislación, y sí, también tecnología. Varios principios sostienen el nuevo proyecto en el que Berners-Lee trabaja, pero en su presentación resuena con fuerza la idea de agencia: la de sacar el poder de decisión sobre nuestros datos a las corporaciones y devolverlo a los usuarios. “La Web, toma 3”, dice.
¿En qué exactamente está pensando Berners-Lee? En la capa técnica que haría posible la refundación de su invento: el protocolo Solid. No es necesario entrar en los detalles para entender la lógica detrás de la propuesta.
Seguro te pasó que cuando entrás a un sitio nuevo, como una red social o un sitio de streaming, y tenés que crearte un usuario, salta un aviso donde te piden que firmes tu consentimiento con las interminables e ininteligibles condiciones de uso de tus datos personales. ¿Cuántas veces te pusiste a leer los términos de cada sitio con atención? Lo mismo ocurre cuando aceptamos las famosas cookies, que en corto permiten a los sitios monitorear toda tu actividad en ellos. Avisos como estos, que pueden parecer inocuos, son la punta del iceberg que deja ver el capitalismo de vigilancia, término que popularizó la socióloga Shoshana Zuboff en su libro del mismo nombre y donde explica cómo funciona este sistema en el cual nuestros datos son mercancía.
Si sos del tipo de persona que da acceso a todo lo que piden los sitios o aplicaciones, desde la ubicación hasta documentos, fotos y quién sabe qué más, no estás en soledad. La grandísima mayoría lo hace y no sabe lo que implica.
En la charla, los panelistas se decantan sobre la idea de que el acceso a nuestros datos no debería ser algo intrínsecamente malo. Gracias a eso, sitios Web, redes sociales y cuanta aplicación existe pueden mejorar nuestra experiencia. Con esos datos se crean nuevos productos y servicios que facilitan nuestras vidas, las hacen más entretenidas, o nos permiten aprender.
Pero enseguida reconocen que hay serios problemas de privacidad y seguridad al dar acceso a esos datos, que en parte ocurre porque se abusa de la posición en la que estamos los usuarios. En este sistema es común que nuestra información personal termine en lugares que ni sabemos y sea utilizada con propósitos que desconocemos, desde estafas financieras hasta afiliaciones irregulares a partidos políticos.
Ruben Verbogh, el tercer panelista y profesor de Tecnología Web descentralizada de Ghent University, explica que el actual es un “modelo de consentimiento sin confianza”. En la práctica significa que no tenemos capacidad real de decidir, ya que para navegar estos sitios hay que ceder a la coerción que imponen desde la primera visita. Aunque haya cero confianza, debemos darles todo para seguir ahí.
Berners-Lee quiere invertir esta relación de poder y propone, entre muchas cosas, que las personas, organizaciones o cualquier otra entidad puedan almacenar sus datos en Pods (Personal Online Data Stores). Serían como servidores personales que guardan tu información y donde cada uno predetermina qué quiere compartir, con quién y por cuánto tiempo. Con un pod, por ejemplo, uno puede decidir que ya no quiere compartir sus datos con cierta aplicación y revocarle el acceso. ¿Creés que hoy podrías revocar los términos y condiciones que aceptaste en Facebook cuando te uniste a esa red social hace una década o más? Exacto. Eliminar tu cuenta tampoco ayuda, porque Facebook y otras redes sociales mantienen tu información por meses, y alguna ni siquiera se borra.
Con la propuesta de Berners-Lee y equipo, cada usuario volverá a tener agencia, y parece poco pero la idea es un punto de partida radical del modelo actual, donde pocas corporaciones ejercen un desproporcionado control sobre nuestros datos. En la visión del creador de la Web, serán ellas las que deberán adaptarse a los términos y condiciones que cada actor decida imponer sobre la información que produce.
Cualquier aplicación podrá acceder a tu pod a través de Solid, y esto será posible porque se sostiene en otro principio importante, la interoperabilidad, que en cristiano sería la capacidad de que las aplicaciones se comuniquen entre sí.
Berners-Lee pone un ejemplo de cómo esto no ocurre hoy en día. “Miren lo que pasa con las redes sociales, actúan como silos”. Si uno quiere ver sus posts en LinkedIn y en Facebook en un solo feed, no se puede. Esto ocurre porque dichas redes no fueron diseñadas para ser interoperables. Como su modelo de negocio se basa en tener tu atención para venderte cosas y vender tus datos a otros, necesitan tu presencia exclusiva en cada una de ellas la mayor cantidad de tiempo.
En la presentación vemos otro potencial de Solid, y es que cada uno podría diseñar sus propias aplicaciones para gestionar y compartir con quien quiera sus intereses, desde posts y noticias hasta películas y series. Esto podría significar que en vez de tener quichicientas aplicaciones de streaming, cada persona o grupo podría armar la propia con las pelis y series que le interesan, todo organizado en un solo lugar. Esto no es solo teoría. Ya existen desarrollos en Solid que intentan ir en esta dirección.
Le pregunto a una compañera del fellowship que también fue a la charla, si la propuesta le recuerda al RSS que Aaron Swartz, un prodigio de la programación, ayudó a evolucionar. Me responde que en rigor no, pero que hay algo de eso. No voy a profundizar en esta newsletter sobre qué es RSS ni en el listado de contribuciones de Aaron (hay un documental sobre su vida que recomiendo), pero sí quiero destacar que fue un joven de mi generación que nos dejó demasiado pronto pero que en su corta vida inspiró un movimiento global por el acceso libre al conocimiento en Internet. Su activismo fue sustancial para la formación de organizaciones como Tedic en Paraguay. Y me conmovió vislumbrar el espíritu de su legado en el trabajo de Berners-Lee.
No sería raro que queden muchas preguntas sin responder al llegar al final de este texto. El plan está en desarrollo. Una de las cosas que me intriga es saber si la Web 3.0 de Berners-Lee dependerá de que los usuarios adoptemos la tecnología. Si la respuesta es sí, mi temor es que no va a prosperar por lo que ya vimos hasta ahora. La gran mayoría terminamos sometidos a las decisiones de las grandes tecnológicas, que hasta ahora no parecen ver incentivo monetario en priorizar la privacidad.
También hay una tensión latente difícil de ignorar viniendo de un país como Paraguay. En algún momento de la charla se me hace evidente que estoy sentada frente a tres hombres blancos de países hiper-ricos, con acceso casi irrestricto a recursos en uno de los mayores centros de producción de conocimiento del mundo. Escucho su visión de futuro de la Web y mi entusiasmo inicial se hace a un lado para dar lugar a cierta incomodidad. Por más noble que sea la intención de Berners-Lee y la de sus compañeros de equipo, me preocupa cómo se asume su universalidad.
Más bien, me pregunto si Latinoamérica alguna vez estará preparada para abrazar entera la idea de soberanía digital y dejar de ser el territorio periférico que sacrifica recursos como el litio para alimentar las invenciones de otros, o pone en riesgo su seguridad al importar acríticamente los productos de las potencias. Recuerdo este artículo de Renata Ávila, abogada guatemalteca y defensora de derechos digitales, donde detalla esfuerzos de gobiernos que han ido en una mejor dirección. Al final de la charla me quedo con la hermosa idea de Berners-Lee de agencia y que para los latinoamericanos tiene un significado mucho más amplio que recuperar el control sobre nuestros datos. Espero que estemos a la altura de llevar a cabo esa idea en nuestros propios términos.
🌎 Más claves para la conversación
“Las tecnologías de la información y la comunicación, la innovación en inteligencia artificial y la capacidad de desplegar sistemas e infraestructura rápidamente en mercados emergentes, están concentradas en algunos pocos países, que ahora han entrado en una carrera por ser el número uno”, advierte Renata Ávila (Guatemala), abogada internacional y defensora de los derechos digitales.
“No puede haber tecnología digital sin materialidad. El movimiento ideológico habla de la nube, de lo etéreo, como si la tecnología fuese una cuestión que está afuera y que no tiene ningún impacto socio ambiental”, explica Paz Peña (El Salvador), investigadora, autora de libro Tecnologías para un planeta en llamas y Mozilla Senior Fellow 2025.
🚀 Oportunidades de aprender y conectar
La Fundación Gabo y Proyecto Desconfío acaban de lanzar Desinformación en tiempos de IA: periodismo para construir confianza, una guía gratuita que aborda el rol de la inteligencia artificial para combatir la desinformación. El material fue desarrollado a partir de la IV Cumbre Global sobre Desinformación, que cada año congrega a voces expertas en el tema.
Este 2025 seguiremos ofreciendo talleres, charlas magistrales, mentorías y oportunidades de producción periodística. El primer curso del año estará dirigido a docentes de las carreras de Periodismo y/o Comunicación de universidades públicas y privadas de Paraguay, que deseen aprender más sobre fact checking. En los próximos días compartiremos los detalles sobre cómo postular y participar. Te vas a enterar primero por esta vía (>ᴗ•)
🕖 Hasta el próximo martes a las 7 AM (GMT-3)
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Está edición fue escrita por Jazmín Acuña, cofundadora y directora editorial de El Surti. Actualmente es Journalism Fellow del Reuters Institute de la Universidad de Oxford, donde estudia cómo construir confianza en las noticias más allá de la comunicación en plataformas.